Fuente: Heraldo.es
Los jóvenes están cada vez más preocupados por su salud mental. Y cada vez crecen más los casos de uso abusivo de las redes sociales, los dispositivos móviles y, en definitiva, las nuevas tecnologías. Son algunas de las conclusiones que se extraen de la memoria de 2023 del Centro Municipal de Promoción de la Salud Amparo Poch, perteneciente al Ayuntamiento de Zaragoza, que atendió el año pasado de forma gratuita a 3.125 personas de entre 15 y 25 años por diferentes casuísticas, relacionadas por ejemplo con problemas psicológicos o sexuales. De estos, 489 eran nuevos usuarios.
La tendencia sigue siendo ascendente ya que, solo en lo que va de año, según datos del Consistorio, las consultas alcanzan ya las 2.900. Este servicio público, tal y como consta en su memoria del ejercicio anterior, tiene como objetivo esencial promover la salud de la población «a través de intervenciones individuales, familiares, grupales y comunitarias». Por un lado se atiende en la denominada como Zona de Salud Joven y, por otro, cuenta también con programas específicos en función del ámbito a tratar, en los que se pretende dar una «respuesta ágil ante nuevas realidades sociales y las situaciones de vulnerabilidad detectadas».
“En el área de la salud mental se atendieron en 2023 un total de 2.069 consultas.”
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Sobre todo, los distintos programas están dirigidos a «promover actitudes y comportamientos saludables que redunden en una mejor calidad de vida y en la prevención de situaciones de riesgo». Desde enero del año pasado, las horas de atención en la consulta joven se ampliaron a 35 semanales y el equipo de profesionales trabaja en las áreas de psicología, ginecología, psiquiatría, medicina y planificación familiar. También se cuenta con auxiliares de clínica y personal administrativo.
Más demanda y adherencia
En el área concreta de la salud mental, se atendieron en 2023 un total de 2.069 consultas (y ya son 1.837 en lo que va de año a 361 jóvenes). La principal conclusión que reflejan los técnicos en el balance anual es que se produjo «un incremento paulatino de la demanda y una mayor adherencia al tratamiento» por parte de los usuarios. La mayoría de las atenciones se llevan a cabo de manera presencial, aunque también se ofrece de forma excepcional atención telefónica o telemática. La mayoría acceden al servicio gracias a la recomendación de anteriores pacientes, mientras que otros llegan derivados por el Salud, centros educativos, el servicio de protección de menores, la Casa de la Mujer o centros sociales, entre otros.
En general, la finalidad de las intervenciones que se llevan a cabo en este caso es «contribuir a aliviar el malestar psíquico en todos sus niveles de complejidad», intentando favorecer la «maduración» de los jóvenes y «ayudándoles a reflexionar». Las problemáticas son muy variadas (ansiedad o depresión, problemas familiares, con los amigos o las parejas, acoso escolar, inadaptación académica o trastornos de la conducta alimentaria, entre otros), pero desde el Amparo Poch destacan especialmente en esta ocasión «el creciente uso de las redes sociales y los dispositivos móviles y el acceso a las nuevas tecnologías a edades cada vez más tempranas», y específicamente el «uso inadecuado» que en ocasiones acaban haciendo los jóvenes.
Cómo detectar la adicción
Pero, ¿cómo detectar cuándo se ha pasado de una utilización normal a una problemática? Según indican en el mencionado documento, un indicativo sería que los afectados cambien sus hábitos y costumbres de vida para adaptarlos al uso de la tecnología, «dejan de quedar con sus amigos para pasar más tiempo conectados a internet, abandonan el deporte porque los entrenamientos les quitan tiempo de juego con la consola» o, incluso, «cogen a escondidas el dinero de sus padres y se muestran agresivos ante los límites».
Y, por consiguiente, entre los riesgos asociados al uso inadecuado de internet destacan la exposición de la intimidad, el ciberacoso o acoso escolar, los delitos de suplantación de la identidad, el acoso sexual, el acceso no deseado a pornografía, violencia o anuncios comerciales falsos, entre otros, y por último el desarrollo de una posible adicción.
En concreto, como explican estos profesionales, la adicción a internet, la tecnología o las redes sociales, por ejemplo, se encontrarían dentro de las denominadas comportamentales, que representan ya el tercer motivo de intervención en el Centro Municipal de Atención y Prevención de las Adicciones (CMAPA). Y no existe un motivo concreto que lleve a una persona a desarrollar este tipo de conductas, sino que son varios los factores que podrían intervenir, como la existencia de una vulnerabilidad psicológica, la pérdida del control de impulsos o la presión social y la falta de actividades ‘offline’, entre otras.
En el centro se trabaja sobre estas casuísticas y también sobre las posibles consecuencias derivadas del abuso, como la desconexión con la realidad, el síndrome de abstinencia, la privación, del sueño o el bajo rendimiento.
En el Amparo Poch se llevaron también a cabo el año pasado 746 intervenciones grupales y un total de 128 sesiones de terapia de grupo, entre «individuos con estructuras de personalidad determinadas cuyo encuentro permite un trabajo dinámico y productivo».